domingo, mayo 07, 2006

OPERA UNIVERSITARIA



0pera Universitaria
Por: Iván Vera Pinto
Director de Extensión

Dos inolvidables funciones líricas se vivieron recientemente en el Teatro Municipal, con motivo del estreno de la ópera La Cavallería Rusticana, escrita en 1888 por Pietro Mascagni, interpretada por el Coro Dusan Teodorovic y la Orquesta Clásica de la Universidad Arturo Prat, bajo la dirección del profesor Carlos Morales Escobar.

Desdoblando esfuerzos y con una gran cuota de arrojo los artistas universitarios pusieron en escena esta breve obra, basada en una sencilla historia de amor y promesas rotas, inspirada en el mejor escenario melodramático Siciliano. Cabe precisar que esta pieza se adscribe al verismo, movimiento musical surgido a finales del siglo XIX, emparentado con el realismo literario. Precisamente, una de sus características más relevantes de este género es el uso de acontecimientos contemporáneos, simples, verdaderos y cotidianos, que no exhiben mayores profundidades reflexivas. Este rasgo permite al público una fácil compresión de su argumento; lo que no resta la presencia de pasiones, a veces, incontroladas, en varios pasajes de la historia. Por consiguiente, lo más complicado para los interpretes resulta ser el equilibrio que deben desplegar entre el alto voltaje emocional derivado de los personajes surgidos de ingenuos cuadros costumbristas; con la naturalidad y sobriedad artística, reflejado en los pequeños gestos dramáticos y en los “pianissimos” de la voz. Este proceso demanda de los protagonistas rigurosidad y talento artístico, el cual se manifestó con propiedad en el montaje integral del espectáculo universitario.

Un cantante lírico es una especial y complicada mixtura de tres oficios: actor, cantante y músico. Consecuentemente, para poder evaluar un trabajo de esta naturaleza tenemos que observar todas estas facetas. En este caso, los solistas Daniela Fuentes (Santuzza), Ema Vargas (Lola), Slujeit Alfaro (Mama Lucia), Henry Ceballos (Alfio) y Juan Castro (Turiddu); revelaron, en términos generales, actuaciones creíbles y concordantes a su nivel de preparación, sin caer en exageraciones histriónicas. Sumemos a ello, la cuidadosa producción que permitió a los intérpretes lucir una buena presencia escénica, con posturas y desplazamientos aplicados. Todo lo cual demostró una inteligente y hábil dirección escénica del profesor Haroldo Quinteros, experimentado maestro en el arte de la representación. Indiscutiblemente, las mayores fortalezas se percibieron en el afiatado canto de los solistas, en el alto grado de emotividad vocal del conjunto y en la armonía de la orquestación. Como vemos suficientes meritos para confirmar que la representación estuvo a la altura de la expectativa que con antelación se habían formado los amantes de la ópera.

La estimable iniciativa de los líricos universitarios por redimir este alicaído estilo artístico, constituye naturalmente un buen indicador de la evolución artística local. Más aún cuando sabemos que la ópera casi inmediatamente desde su origen fue y ha permanecido como una de las manifestaciones artísticas más representativa de la historia cultural de los últimos cuatrocientos años en Occidente. Es más, en los siglos XVIII y XIX, fue el principal medio público de la historia de la música europea. Tal vez, en nuestro país su acceso se ha visto comprometido por el “divorcio social” que aún existe entre público y esta estética que se ha fundado principalmente en salones destinados para la elite.

Al margen de las consideraciones técnicas y las apreciaciones emotivas, deseo valorar algunos aspectos de este ambicioso proyecto: Primeramente, su importancia descansa tanto en la calidad de su resultado artístico, como por la posibilidad de constituirse, en un futuro cercano, en un espacio clave en el entramado de la historia y la práctica social de la música, del teatro y de la cultura en general. Del mismo modo, el desafío de estrenar una ópera con créditos locales ha sido una acción inédita que sus gestores han logrado con mucha dignidad. Empero, los jóvenes líricos no deberán anestesiarse hasta lograr el objetivo mayor, cuál es, el mantener en un ciclo de alto aliento la presencia inextinguible de la ópera tradicional, junto al despertar de una ópera nueva que deberá nacer de nuestra realidad cultural. A ciencia cierta, ella crecerá en la medida que se comprenda el valor histórico que esto puede tener, trabajando en conciencia a partir de nuestra propia concurrencia artística.

Pues bien, hoy los noveles líricos han dado dos pasos adelante, demostrando con ello que cuando las ideas tienen como soporte sentimientos y pasiones que están clavadas a la carne y a la tierra, entonces se pueden transformar en sustancias claves para el espíritu. Mucho más que nuestros logros. A la tarde, como dijo el poeta, se nos juzgará en el amor. En resumen, el experimentado binomio creativo Morales- Quinteros, apoyado por un encomiable trabajo de equipo, logró un hito que hará historia en el mágico escenario de nuestro viejo puerto.

5 comentarios:

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